Pasaron 50 años del acto de egresados en el patio del Poli, de un grupo numeroso de entusiastas estudiantes. Este próximo sábado 4 de diciembre, muchos de aquellos jóvenes de ayer se reencontrarán. Y volverán los recuerdos y la emotividad. El tiempo es veloz pero la amistad siempre queda ¿Cómo eran aquellos tiempos? Algunos de los graduados de hace medio siglo lo rememoran.
Tres ex alumnos relatan algunas particularidades de sus épocas de estudiantes del Politécnico, entre 1967 y 1971.
Luis Piñeiro recuerda con mucho cariño el pasado sesentista y subraya algunas diferencias notables con la actualidad. “Lo primero que salta a la vista es el contraste en la forma de las comunicaciones: ¡No había celulares! Mientras que hoy se está comunicado con cualquier parte del mundo al instante, nosotros para hacer una llamada a otra ciudad –acá nomás cerca–, teníamos que primero llamar a una operadora… todo era mucho más lento y a veces, engorroso”, dice con una sonrisa. “En lo edilicio, no ha cambiado mucho el Colegio, eso habla de la solidez de cómo fue construido. Y en lo educativo uno nota –y lo he comprobado con mis hijos que también vinieron al Politécnico–, que sigue siendo muy bueno pero ha cambiado en lo que era la rigidez de nuestra época. Claro, los jóvenes en sí mismos cambiaron, y ellos mismos nos fueron llevando a los más grandes a ser más laxos en cierta manera. Pero en aquella época era bravo. Había que estar de saco y corbata y el pelo cortito, el que tenía un poco largo de más ¡amonestaciones!”, sentencia.
“Sí, fue una época brava –reflexiona–. Nosotros transcurrimos toda la secundaria desde fines de los 60 en un clima agitado, ¡La Noche de los Lápices nos pasó cerca!.Recuerdo las tomas de las facultades, los problemas de que la Policía se meta adentro… En fin, nos tocaron esas épocas difíciles”.
—Es notable cómo muchos de ustedes a pesar de los años se siguieron viendo.
—Sí, nunca se perdió el contacto entre los compañeros que veníamos de la tercera división, incluso de los que estuvimos en 5º año que ahí nos volvimos a mezclar. Nosotros tres por ejemplo arrancamos desde 1º hasta 4º juntos, y después cada uno eligió una especialidad. Alberto (Fochi) fue a Química, Alfredo (Travesaro) a Técnico Constructor y yo fuí a Electro (técnico), pero siempre nos seguimos viendo, manteniendo la unión de la tercera división. Eso por un lado, y por otro hay un grupo en donde nos juntamos todos los de esa misma promoción, pero los bachilleres de todas las divisiones.
Y nos vemos con regularidad, claro mucho más en los últimos 15 o 20 años, porque son lazos que perduran y cuando uno tiene un poco más de tiempo, salen a flote esas amistades a pesar del tiempo y de la distancia, porque hay integrantes que están fuera del país, pero que están en permanente contacto. Y además, empiezan a comunicarse gente que recién se empieza a reencontrarse ahora”.
Alfredo Travesaro cuenta: “Para uno que venía de la primaria era un mundo extraño, algo hostil, intimidaba un poco. Tuve que adaptarme, pero una vez que me adapté, empecé a valorarlo. Claro, había una exigencia, y uno empieza a ver los resultados de esa exigencia mucho después. Que un examen tuviera un talón y el profesor que lo corrigiera no sepa de quién es, hablaba de justicia, de algo democrático. O sea no había favoritismo. Y aunque era difícil era también un desafío, uno empieza a incorporar las dificultades para superarlas y, en el camino, a unirse con los compañeros, a hacerse de amigos.
—Además de cumplir las exigencias ¿qué hacían los jóvenes para divertirse en aquellas épocas?
—Estaba la famosa Manzana de Adán, bailes, fiestas que se organizaban todos los sábados a la noche en distintos lugares para recaudar fondos que las organizaba el Politécnico. Había muchas salidas, era el despertar de todo, el colegio también propiciaba siempre actividades como los deportes o una actividad artística. Podíamos elegir tiro, remo, rugby o teatro. En la sala de ingeniería se organizaban espectáculos, venían artistas como Mercedes Sosa, Paco Ibañez, el Mono Villegas o el Clan Stivel.
Alberto Fochi destaca dos cuestiones de aquellos años: el clima político agitado y los clásicos, sobre todo el de aquel año (1971) en el que se recibieron. Él como buen ñulista lo recuerda con pesar (la famosa semifinal del gol de palomita de Aldo Poy en cancha de River) pero destaca con una sonrisa la revancha que tendrán unos años más tarde (el campeonato de 1974 frente a Central en Arroyito).
“Yo ya tenía claro a los 12 años que quería entrar en el Politécnico , por aquel entonces Colegio Industrial, que cambió de nombre cuando estábamos en segundo año, aunque mi madre quería que fuera al Liceo Militar”, relata Fochi.
“La vida era de estudiante ¡era de estudiante! Nosotros teníamos colegio a la mañana y a la tarde ¡y los sábados a la mañana! A partir de tercer año, de 8 a 11, en 4º y 5º ya teníamos de 8 a 12,30, lo cual hacía que nuestra vida se cerrará bastante, no teníamos grandes tiempos libres, eran mucho el tiempo de estudio y dedicación. ¡Las láminas (de dibujo técnico) eran terribles, tenía que agarrar tu tablero y regla T y darle y darle!”, exclama entre risas.
“Había mucho más vida de club en aquellos años, y se volvia temprano de las salidas, las chicas mucho menos las dejaban volver tarde, a las 22, como mucho volvíamos como muy tarde a las 23”.
“Siento que este colegio ya era moderno hace 50 años. Fue un lugar donde se crearon los departamentos con sus jefes, de las distintas materias, y ese profesor era para nosotros un prócer. Ante las consultas que les hacíamos, uno se sentía respaldado, era todo muy interactivo. Y había muchos grandes profesores…pero aunque había que estudiar mucho también había muchas ganas de parte de los alumnos, mucho instinto de superación. A la distancia, lo sigo viendo como algo muy moderno, y muy humano a la vez”.
- Ver más: EL LEGADO DE LOS GRADUADOS 71
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El encuentro incluirá una cena, cuya tarjeta se puede pedir a: egresados71@ips.edu.ar